martes, 22 de junio de 2010

BODAS DE ORO / Crónica: Una Feria de Libros en San Miguel


CON WALTER LINGÁN EN CAJAMARCA
Ricardo Ayllón

Primera parte: Una feria de libros en San Miguel
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Ricardo Ayllón presentando la novela: El espanto enmudeció los sueños del médico y escritor sanmiguelino Walter Lingán. Salón Consistorial Municipalidad Provincial de San Miguel.

"Colinas de Oro" es el nombre de la empresa de combis que me lleva de la histórica Cajamarca a la localidad de San Miguel, capital de la provincia del mismo nombre, y no hay forma de negar que la empresa no pudo estar mejor bautizada: verdaderamente el horizonte en este viaje agreste pero incomparable se viste de valles cuyas colinas refulgen por sus tonalidades doradas, por campiñas que juegan entre el verde amarillento y un crema intenso luchando por originar en el espectador la idea de que su color inicial fue el oro.

Sin embargo sé que el nombre de esta empresa de transportes no va por el lado de los matices de la superficie cajamarquina, sino más bien por lo que esta región lleva en su vientre: la riqueza aurífera que aquí se explota incansablemente. Para llegar a San Miguel por esta ruta, hay que pasar junto al vertiginoso asiento minero de Yanacocha, y uno no tarda en pensar que el italiano Raimondi no hablaba de modo figurativo al referirse al mendigo sentado en un banco de oro, sino que lo hacía literalmente, maravillado por las inagotables vetas que no cesan de aparecer en nuestro país.

Pero yo no voy a San Miguel detrás de ninguna cantera aurífera, sino en busca de un banco en el que he pretendido mantenerme sentado casi toda la vida, el de la literatura: voy a presentar un par de libros en una feria bibliográfica organizada con motivo de las Bodas de Oro del colegio que lleva el mismo nombre del pueblo, a donde además está llegando el narrador Walter Lingán, paisano de estas tierras que arriba desde Colonia, en Alemania, junto a una delegación de escritores cajamarquinos.

Apenas desciendo de la combi, me recibe en la misma plaza de San Miguel el poeta Víctor Hugo Alvítez quien me brinda un lugar en su casa y luego me anima a dar una vuelta por el pueblo. Nuevamente en la plaza, me pasa la voz Lingán (a quien conocí el año pasado) como si nos hubiéramos visto un día antes, y, rápidamente, me cuenta que acaba de llegar de Jaén invitado por el narrador Ulises Gamonal, mientras va presentándome a la gran comitiva que lo acompaña compuesta por su madre, su hermana, su novia y la bella familia de ésta. Con algo de azoro saludo a todos y sin perder más tiempo le pregunto a Lingán si ya está listo para cumplir con el programa que nos espera. Pero él se limita a responder con una ironía dibujada en la sonrisa que no logro entender.

Las horas pasan rápido (es un programa de tres días en San Miguel) y entonces caigo en la cuenta que aquella sonrisa es justificada: nada se cumple como debe en el programa de fiestas por las Bodas de Oro del colegio. Se trata del centro de estudios más tradicional de la provincia, y toda la población, junto al resto de distritos y caseríos del lugar, se han sumado a las celebraciones. Tardes deportivas, kermeses, bailes nocturnos, presentaciones de danzantes y, principalmente, un emotivo reencuentro de ex alumnos sanmiguelinos (llegados de todos los puntos del país) es lo que casi se cumple a pie juntillas; pero nuestra feria de libros se ha postergado y es todavía un día después cuando la inauguramos en las instalaciones del colegio entre viandas de comida típica, camarillas de ex-alumnos brindando con cerveza, un partido de fútbol entre profesores y el acompañamiento musical de la Banda de Músicos de la Municipalidad de Cajamarca. Ya hasta este momento ha terminado de llegar el resto de escritores de la zona: los poetas Antonio Goicochea, Guillermo Torres, Tito Pérez Quiroz, y el joven narrador Elmer Rodas Cubas. No nos podemos quejar de la atención, es la mejor que podemos tener. El profesor Mario Alvítez, en quien ha recaído casi toda la responsabilidad de la organización, busca la mejor forma de hacernos sentir como en casa: no descuida nuestra alimentación, nos apoya en la instalación de la gran pancarta para la feria, nos trae algunas botellas de cerveza y siempre nos está preguntando si necesitamos “alguna cosa más”. Y lo que necesitamos en verdad son compradores. Distraídos en el resto de actividades, los sanmiguelinos se acercan escasamente y con gran recelo a nuestra enorme mesa de libros. Si no fuera por el poeta Goicochea (tan conocido en San Miguel, quien recibe incesantemente el saludo de sus paisanos) quizá nadie se interesaría en nuestros títulos. De pronto surge una luz: el presidente de la APAFA del colegio llega a nuestra mesa con gran algarabía y nos pide que hagamos un paquete con todos los títulos que exponemos, pues serán adquiridos con mucho gusto por su asociación. Esta noticia nos alegra y nos tranquiliza: al menos el colegio San Miguel tendrá en su biblioteca parte de nuestra producción.Un día después, luego de un largo y exitoso desfile de ex alumnos en la plaza de Armas (bajo un apachurrante pero hermoso sol cajamarquino), se lleva a cabo la presentación de publicaciones en el auditorio de la Municipalidad con presencia del alcalde, las reinas de belleza elegidas para estos días de fiesta y algunas autoridades y notables del lugar. Es el turno de hablar de literatura, y lo hacemos con gran cariño, intentando inocular en los presentes el mismo interés y amor que los escritores les brindamos a los libros. Hasta este momento, y en solo dos días, he podido leer las novelas que me tocaba comentar: El espanto enmudeció los sueños, de Lingán, e Islita serrana, de Rodas Cubas. Se trata de dos libros con contenidos totalmente diferentes pero tienen como autores a dos hijos del lugar, y esto anima a los presentes; todos escuchan con atención el argumento y virtudes técnicas de ambas historias, y se alegran de tener como paisanos a creadores que saben alimentar el patrimonio literario de su querida tierra.

Ya pronto llega la hora de dejar San Miguel y, pese a los inconvenientes en el cumplimiento del programa oficial, parto feliz de haber hecho nuevos e inolvidables amigos: los inmejorables hermanos y hermanas de mi anfitrión Víctor Hugo Alvítez, un viejo bibliotecario jubilado de la Municipalidad del Callao que, con espíritu juvenil se encuentra ahora al frente de la biblioteca del Instituto Pedagógico, y la bella familia de Lingán que no dudó en hacerme parte de su comitiva. En fin, dejo con nostalgia la tierra del gran Alfonso Barrantes Lingán (cuya casa natal es ahora un restaurante) y del excelente poeta Demetrio Quiroz Malca (cuya residencia es ahora una tienda), mientras silbo para mis adentros el ritmo de una pegajosa marinera que Víctor Hugo Alvítez ha compuesto para su colegio.

Allá queda San Miguel de Pallaques, yo retorno a Cajamarca dando tumbos por este camino de herradura acompañado de los poetas Antonio Goicochea y Guillermo Torres. La tarde cae con nostalgia y se posa en las paredes de los apacibles pueblos de Llapa y San Silvestre de Cochán. Por aquí pasamos acometidos por un cansancio que nos hace soñar en las aventuras que nos tiene guardadas la literatura, empresas difíciles pero únicas, dignas de una novela cuyo empedernido autor se niega a encontrarle un final.
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En 1era. Feria de Libros del Colegio San Miguel: Víctor Hugo Alvítez, Walter Lingán, Ricardo Ayllón, Antonio Goicochea, Guillermo Torres, Jorge Medina y Elmer Rodas.

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